Félix Albo | #lunesdeperita: FAÑAR
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#lunesdeperita: FAÑAR

#lunesdeperita: FAÑAR

#lunesdeperita
Cada semana una nueva historia rondando a una palabra concreta.

 La definición la tomamos de la página oficial de la rae.es.

Abajo tienes el botón. Si te gusta, compártela con quien creas que le puede interesar.

 Es para ti, para mí, para quien tú quieras.


 FAÑARperita.face_

marcar o señalar las orejas de los animales por medio de un corte


LLUEVE .félixalbo
Se ha enterado casi por casualidad.
Ha sido por un comentario casi invisible entre otros muchos del facebook.
Se ha metido en su perfil y ha desplegado el resto. Los ha leído prácticamente todos. Incrédulo. Asombrado.
No sabe muy bien qué le ha llevado a buscar el lugar dónde encontrarla. Hacía años que no sabía de ella; aunque bien es cierto que a menudo la ha recordado. Su relación fue corta. Corta y única. Nunca sintió ni vivió nada igual. Tampoco es que haya tenido una barbaridad de oportunidades más, pero aquellas que tuvo le hicieron saber que no había dónde rascar.
Con ella era todo intenso, a veces peligrosamente intenso. Vivía como si se le fuera a acabar la vida a cada momento. Y es cierto -decía ella siempre- cada instante que pasa se muere, se acaba, se pierde. De nosotros depende.
Las conversaciones, los besos, las pausas, el sexo, la cocina, la lectura en voz alta, un viaje en tren, los paseos por los senderos del bosque, el canto de un pájaro, una carrera bajo la lluvia… Se entregaba a todo de manera íntegra, sin remilgo ni pereza, sin excusas ni desganas.
A veces él se asombraba cómo era capaz de recordar los ciento doce días que vivió junto a ella. Uno a uno. Días enteros en los que le hizo sentirse único, especial, insólito. Se le instaló una sonrisa en la estima que, a lo largo de estos años, rara es la ocasión que ha podido borrársela.
Sí. Quizá sea eso. Quizá esa sensación de que ella le sacó del montón. Haber descubierto que merecía la pena. Haberle empujado a triunfar, a comerse el mundo, a andar por la vida erguido sin temor alguno, sabiéndose especial entre lo común. Único.
Cuando sube al coche, en el espejo retrovisor se mira su oreja izquierda. Se la mira conscientemente. Mirar esa oreja es recordarla. Mirar el lóbulo que le falta. Fue un mordisco en plena excitación, al borde de la eyaculación. Al mismo borde ella le asestó un mordisco limpio que más que dolerle le quemó. Una quemazón que se unió a la descarga de placer mientras se derramaba sin saber distinguir dónde acaba el gozo y dónde comenzaba el dolor, o si quizá ambos torrentes corrían sin tregua por la misma rambla del grito que se aferró a su voz.
Le pidió mil y una disculpas entre mimos y prisas hacia el hospital. En ningún momento ella dejó de sonreír.
Ese fue el fin. Una lástima, pero por lo menos salió victorioso, ganador, dejándola para siempre a pesar de su disposición para seguir en contacto.
Le cuesta encontrar un lugar en el aparcamiento del tanatorio. En recepción localiza enseguida su nombre en la pantalla de plasma. No tiene que buscar entre ningún otro. Se dirige a la sala dos y desde fuera escasamente se oye algún susurro.
Dentro permanecen en silencio y sentados cerca de veinte hombres y tres mujeres. Ninguno le recibe, simplemente le miran. Él, de pie, también los observa.
Se queda frío al comprobar que a uno de ellos le falta el lóbulo izquierdo. Espera; a uno no, al de al lado también. Y al otro. Un calor que le turba se apodera de él mientras descubre que a todas las personas que están sentadas les falta el mismo lóbulo.
Busca un asiento libre. Hay uno, frente a la vitrina. Se dirige hacia allí y se sienta quedando frente al féretro.
Ahí está ella, bella, sonriente, con los ojos cerrados. Siempre cerraba sus ojos así después de  hacer el amor, o para mantener una pausa larga.
Entonces se da cuenta: No es único; nunca lo fue, por lo menos para sus ojos. Era simplemente parte de un juego. Su relación fue una manera más de exprimirle a la vida su elixir. Y lo del lóbulo, una marca, como la que le hacen los ganaderos a sus animales, como para saberse parte de un rebaño, de un grupo, de un todo.
Fuera llueve. Le tiemblan las piernas al saberse simplemente uno más. No único.
Sin embargo ella sí. Siempre lo ha sido: Única y maravillosa.


Creemos ser dueños de nosotros mismos olvidando que estamos hechos de trozos, muchos trozos. 
Familia, amigos, enemigos, silencios, paisajes, canciones, libros, carreteras... 
Todo puede dejar, incrustar un trozo en nosotros y formar parte de nuestro ser.

Sería bueno entonces vivir con intensidad y agradecimiento, ¿no crees?

Feliz semana.
Feliz lectura.

#Abrazosacapazos

Félix.Albo

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