#lunesdeperita · COSTANERA
#lunesdeperita
Cada semana una nueva historia rondando a una palabra concreta.
La definición la tomamos de la página oficial de la rae.es.
Es para ti, para mí, para quien tú quieras.
Compártela con quien creas que le puede interesar.
COSTANERA
De sus seis acepciones en el diccionario:
1. adj. Que está en cuesta.
3. f. cuesta (‖ terreno en pendiente).
COLUMPIO · félixalbo
En lo alto del cerro se desdibuja la calle en un prado verde y junto a una enorme encina, su casa, pequeña como de aperos. El lugar donde nació y ha vivido siempre.
A la derecha, de una de las ramas más recias del árbol caen dos trenzas de esparto cordadas a mano que sostienen tres tablas sobrias con las vetas de la vida del árbol y alisadas como piedra de río: un columpio.
En él van y viene su vida entera.
Siempre prefirió empujar. No recuerda si es que cayó, o se asustó de muy pequeña, pero recuerda que siempre prefirió empujar.
Empujar a su padre, que reía y la hacía reír. Empujar y esperar a que volviera. Y volvía. Como cada mañana cuando marchaba al trabajo y tardaba todo el día, pero volvía. Al caer la tarde siempre volvía.
Empujar a su hermana pequeña, que también reía. Empujarla en la tabla, y en la vida. Empujar y oír cómo reía, y acompañarla a que fuera y a que volviera, como en columpio.
Y a su primer novio. Ese con el que ella escribía AMOR con mayúsculas; el que la cegó por muy poco tiempo, por suerte, porque en uno de esos empujones de balancín, empujó de más a posta y ya no volvió.
Y tardes enteras acunando palabras de la familia, de las amigas, de quienes fuera, que cosían heridas y miedos, risas y sueños, que iban y venían, como los veranos y las almendras tostadas… mientras ella disfrutaba empujando. Empujando hacia los altos de las casas, que era desde ahí atrás veía.
A su marido también le gustaba tanto que a veces se quedaba dormido. Y a sus tres hijos, que les puso la cuerda tan larga, que ya tardan en volver. Tardan mucho.
Hoy se ha sentado sobre la tabla mecida por el árbol. Llevaba un rato paseando alrededor del columpio y al final se ha sentado.
Lleva siete minutos escuchando cómo suena el viento desde este lado. El árbol atrás la protege, desde aquí lo siente inmenso.
Desde aquí delante, el prado se curva y deja intuir un pueblo inclinado de manera que, ante ella no están las casas, ni los tejados. Solo queda el cielo, el cielo de color mar quieto pintado.
Descalza sus pies. Se suelta el pañuelo de la cabeza y libera todo su pelo. Tiempo que no lo soltaba.
Toma aire mientras aprieta sus manos a las dos cuerdas.
Echa hacia atrás su cuerpo y cuando de puntillas a penas puede aguantar el peso, estallan en ella todas las risas. Todas.
¡Y echa a volar!
¡A volar!
Y vuela. Claro. Vuela con toda la vida llena.
La ficción es un espacio de libertad, sin medida, sin doma, sin culpa, sin sentido. Abrazos a capazos. Félix Albo
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