Félix Albo | #lunesdeperita: IZA
página del artista félix albo
teatro, félix albo, félixalbo, narración oral, narración, monólogo, mellados, humor, ternura, mediterráneo, cómico, soliloquio
28468
post-template-default,single,single-post,postid-28468,single-format-standard,ajax_fade,page_not_loaded,,select-theme-ver-1.6,wpb-js-composer js-comp-ver-4.3.4,vc_responsive,elementor-default,elementor-kit-29403
 

#lunesdeperita: IZA

#lunesdeperita: IZA

#lunesdeperita
Cada semana una nueva historia rondando a una palabra concreta.

 La definición la tomamos de la página oficial de la rae.es.

Abajo tienes el botón. Si te gusta, compártela con quien creas que le puede interesar.

 Es para ti, para mí, para quien tú quieras.


 IZAperita.face_

(De izar)

1. f. germ. prostituta.

MOSCAS .félixalbo
Se despierta. Una mosca se ha posado en su cara. Se incorpora de la cama. La bombilla amarillea la habitación.
Está un poco aturdida, no sabe muy bien cuánto tiempo lleva dormida.
La cama está en el centro de la habitación. La cabecera pegada a la ventana casi cerrada. A su izquierda una mesa pequeña y una silla sin barnizar de espaldas a la mesa. A sus pies un fregadero. Un hornillo y un microondas.
Se levanta a prepararse un té de bolsita. Le da un par de vueltas con la cucharilla. En la pared el papel beige que la cubre se abre por las juntas.
Da un sorbo al té caliente. Mira con desgana y hastío la habitación. Está cansada. Vieja. Sola.
Se detiene, como buscando, en las listas suaves del papel pintado. Se fija en las sombras. La sola bombilla hace nacer un montón de sombras en las paredes.
Sombras en movimiento, como la nube de humo de un incendio en una factoría. Se detiene a mirar cómo bullen y van tomando forma de algo abstracto, pero independiente. Se fija en una de ellas. Una sombra negra, nítida que le recuerda a la silueta de su padre.
Abre los ojos sorprendida. Sí. La sombra detenida pegada a la pared es exactamente la silueta de su padre.
Da un pequeño sorbo de té y atónita comprueba cómo la sombra se desprende de la pared y se sienta en la silla.
La está mirando. La sombra no tiene ojos pero ella siente cómo sus ojos la miran.
Se rompe. Comienza a llorar y entre sollozos va liberando palabras, tratando de que su padre entienda, de que su padre perdone, de que su padre respete.
A los diez minutos ha recuperado la calma. Está tranquila.
La sombra se aproxima a ella. Ella sonríe y recuerda una canción que le cantaba de niña. La canta y ríe. Y llora. Y ríe y llora y sigue cantando. Siente un reventón de luz dentro de ella y la sombra comienza a desvanecerse. Lentamente, hasta desaparecer.
Hay tres moscas volando ahora a su alrededor. Las espanta con el brazo.
Mira la pared y justo al reconocer otra sombra, esta se separa de la pared. Es de una de sus hermanas.
La sombra se coloca justo a su lado, sobre la cama.
Le pone su mano oscura sobre su falda verde.
Ella la mira, en silencio. Su hermana pequeña. Años sin saber de ella. Años antes sin hablarse, ya no recuerda muy bien por qué. Trata de encontrar alguna razón de aquel duro silencio. Busca sin prisa ni voluntad. Recorre hacia atrás…
Sin mover los labios comienza a hablarle, a contarle, a decirle, a preguntar.
Hay un silencio largo y entonces, mira detenidamente a la sombra y vuelve a reír. Ríe y ríe y parece que la sombra ría también. Ríen juntas y, mientras, la sombra clarea y desaparece.
Ahora son más de ocho las moscas que vuelan en la habitación, pesadas, gordas, desagradables.
Calma y desazón, eso siente mientras deja la taza en el suelo. Entonces la ve.
Es la sombra de un niño. Nítida, pequeña, limpia. Una sombra preciosa. Nombra su nombre, el nombre de su niño. Su niño que, al nombrarle, corre desde la pared a sus brazos.
Toma la sombra en su regazo y llora. Llora y canta. Canta la nana que tantas noches le cantaba. Llora, canta y nombra. Mece su cuerpo con delicadeza, con suma fragilidad en los movimientos. Mira con ternura la sombra negra que se acomoda. Se acomoda y poco a poco, se deslíe.
Con sus brazos se abraza. Se abraza así misma y mira al techo con un grito ahogado.
No entiende qué está pasando. Las moscas cantan y danzan a su alrededor. Son casi veinte. Moscardas, moscardones, alguna verde, muchas negras que se la rodean y se acercan hasta tocarla. Le da asco. Las aleja a manotazos.
Ve otra sombra. Su complexión es grande, enorme. La conoce, claro. Fue su última pareja. Pareja no por el cariño, sino por vivir juntos, aunque tampoco era vida lo que compartían.
Gritos, golpes, alcohol. Suciedad, mucha suciedad. Todo lleno de mierda y miedo. Así lo recuerda.
Mira detenidamente a la sombra. Se levanta en el colchón sobre sus rodillas.
Ya no te tengo miedo -le dice.
Y la sombra comienza a perder fuerza. A transparentar las listas del papel pintado y, sin despegarse de la pared, desaparece.
Hay más de treinta moscas. Asquerosas moscas que insisten.
Ella se tumba en la cama, se recoge y cierra los ojos.
Vuelve a abrirlos mirando a la pared de la mesa.
Hay una sombra, esperándola.
La mira. Le resulta familiar, pero no la reconoce.
Se fija en el dibujo de su pelo, su coleta recogida. La sombra se pone entonces de perfil y ella se fija en su nariz.
Ahora sí. Es ella. Su propia sombra. Ríe, como ida aún con calma. Su sombra echa la cabeza hacia atrás y ríe también.
Cierra los ojos un momento por puro cansancio y cuando los vuelve a abrir tiene a su sombra encima. Siente calor, cobijo, amparo.
Su sombra le tiende una de sus manos. Ella intenta levantar la suya, pero no puede. El brazo le pesa mucho y no puede. Mira su propia mano sorprendida tratando de moverla pero no puede.
Es entonces cuando ve cómo de sus dedos, de su mano, de su brazo nace una silueta blanquecina. Una sombra plata que se desprende sin dolor. Siente que su mano no es la del cuerpo que queda, sino la de esta sombra que se despega y se une a la sombra negra.
Se juntan, se funden tomando volumen y formando un todo. Ella sonríe con paz, como liberándose, y poco a poco se torna traslúcida hasta desdibujarse por completo y desaparecer.
En la habitación, por la rendija de la ventana, entran más de cien moscas atraídas por el olor, y se unen a las que ya liban su cuerpo inerte.

La sombra de uno la va dibujando la vida.
La luz de la muerte la desdibuja y la borra.

Si perdemos la sombra perdemos el hilo, el camino, la memoria y, es muy probable que no podamos regresar.

La sombra es oscura para recordarnos que siempre hay luz, por muy oscura que sea la boca del túnel, lo profundo 
del pozo o la humedad de la cueva.

La soledad se manifiesta mas aún en la noche y, en algunas, las sombras se hacen grandes pero sin duda, se trata
solo de un espejismo.

Feliz lectura.
Feliz semana.

#Abrazosacapazos.

Félix Albo.

Comentarios

cuenta, cuenta...

No Comments

Post a Comment