Félix Albo | #lunesdeperita: KIOSCO
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#lunesdeperita: KIOSCO

#lunesdeperita: KIOSCO

#lunesdeperita
Cada semana una nueva historia rondando a una palabra concreta.

 La definición la tomamos de la página oficial de la rae.es.

Abajo tienes el botón. Si te gusta, compártela con quien creas que le puede interesar.

 Es para ti, para mí, para quien tú quieras.


 KIOSCOperita.face_

1. m. quiosco.
(Del fr. kiosque, este del turco köşk, este del persa košk, y este del pelvi kōšk, pabellón).
1. m. Templete o pabellón en parques o jardines, generalmente abierto por todos sus lados, que entre otros usos ha servido tradicionalmente para celebrar conciertos populares.
2. m. Construcción pequeña que se instala en la calle u otro lugar público para vender en ella periódicos, flores, etc.

 

DOMINGO MAÑANERO .félixalbo

Después de una mala noche, busco en un parque un lugar tranquilo donde reposar sin dormir, entretenerme con el juego incansable de la luz, el viento y las hojas de los árboles sin escuchar más que los trinos mañaneros de las avecillas. Pero no. Parece que va a haber algo en el quiosco pues unos operarios andan desde hace diez minutos, sin el más mínimo respeto a la tranquilidad, desplegando sillas arriba en el cubierto, y abajo en la arena.

Poco a poco, una vez se marchan los operarios municipales, pájaros y viejos van tomando las sillas. Los primeros revolotean amorosos entre sus patas y el albero, los segundos, como si fueran propietarios, se apoderan de las sillas en las primeras, terceras y octavas filas.

De repente llegas, fresca, con tu vestido corto y estampado, estableciendo la alegría como ambiente. Sonríes con amplitud, como si no costara a esta hora de la mañana, y te sientas sola, en una isla de sillas vacías. Provocas que bosque entero y aves pasen a un segundo plano como poco.

Para más inri, mientras los músicos despliegan sus instrumentos y comienzan a tocar notas desordenadas, libres, locas; tú desenfundas unas gafas y lees con interés dulce un folleto.

Un folleto que yo no tengo y que sería la excusa perfecta para acercarme y preguntarte si es el programa del día de hoy, dejando entender que conozco plenamente la campaña de conciertos que el ayuntamiento (digo yo que será el ayuntamiento), lleva a cabo en esta primavera. Pero no. Un señor me saca de mi embelesamiento ofreciéndome el mismo programa.
Brahms. Ni idea de Brahms. Me suena a que es un compositor, sí. Imagino que alemán, por situarlo lejos de Segovia, porque con ese apellido…
No tengo gafas para resultar interesante, pero a ti parece no importarte porque permaneces bella sin distraerte mirando a quien te mira para satisfacer su deseo, es decir, el mío. Aún así me preocupa que me mires y yo no tenga gafas para quitármelas en ese momento y, mirándote, morder una de sus patillas.

Se calma la gente. El concierto va a empezar. Tú levantas la mirada y, como si esperaran tu señal, arranca la música.

Es armonioso Brahms. La melodía rítmica y sin piedad invade las miradas de la gente. Una mujer mayor tose. Tu pie, calzado con un zapato delicado, marca el ritmo marcial de la pieza. Pienso en leer el título pero me interesa más mirar cómo tu pelo juega con el viento y te lo tocas con coquetería y suavidad recolocándolo. Me gusta todo. El pie, el pelo, tu mano, tus ojos tras las gafas…

De repente me conquistan las flautas traveseras. Su sonido me lleva a mirar a la concha. ¡Caramba! Vaya espectáculo me estaba perdiendo. El director se mueve cual niño emocionado y a su ritmo bailan los arcos de los violines y las violas. Las tubas hacen palpitar la obra mientras dos enormes celos lloran una pena grande. Se queda solo un fagot. Solo. Y me agarra. Me encoge por dentro su soledad, menos mal que le acompañan enseguida las flautas, y el oboe y se animan ya todos a bailar junto al director como un gran grupo de muy buenos amigos.

¿Y tú? Miro y no estás. Te has ido. Te has levantado quizá al no aguantar la soledad del fagot. O quizá fue el violoncelo. No sé, pero vuelvo a la música.

Te echo de menos, sí. Como a un amor de la infancia, o algún otro de verano, no por ello menos verdadero que los que comparten taza de váter e hipoteca, pero ¡caray, qué bien suena Brahms cuando tiene al mundo por platea!


Algo tienes cuando matas a todos tus personajes, me dice un correo que me llega.

Que no se muera nadie -me digo al escribir la perita-. Que no se muera nadie.

Y claro, si no se muere nadie se queda una historia puramente primaveral.
Y en primavera ya se sabe...
Feliz lectura.
Feliz semana.

Félix Albo

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