Inconmensurable · félixalbo

La primera vez que vi la casa no me cabían los ojos en la cara.
Ya los traía grandes por el último tramo de viaje que serpenteaba rierillas de agua y un bosque interminable.
No tenía más información que una ubicación compartida en el móvil.

Cuando el camino comenzó a llanear el navegador me llevó hasta la misma  puerta de la verja, y ya bajé del coche con la boca abierta.

No era el camino acordonado por unos ficus enormes que se abrían en medio corro ante la casa. No era la piedra tostada de sol y viento de toda su fachada. Ni la puerta, mucho más portón que puerta, de madera roja y herrajes.
Era algo más esencial: sólida, amable, sin tiempo. Como si el pueblo mismo hubiera arrancado desde la casa.

Entré en el vasto jardín sonriendo. Además olía muy bien, con una fragancia suave.
Y, de repente, cuando las ramas de los ficus se abrieron, dejaron ver trazos de un día intensamente pintado de azul a través de los enormes brazos de un magnolio que abarcaba el resto del cielo con sus hojas bailando la luz y las flores que parecían sonar dulce.

Eso sí que era inmensidad. Enorme. Gigante. Con un tronco que más que brotar de la tierra parecía que ésta se sujetaba en él.

¿Un quinto? -me interrumpió Imanol.

Yo estaba parado, como a veinte metros de la puerta, bajo un techo enrramado. Nunca había visto algo así. Tan grande. Tan vivo.

¡Chiquillo!, ¿que si quieres un quinto? -insistió.

Dame antes un abrazo -le contesté caminando hacia él.

Levantó sus brazos sonrientes y los encajó con los míos para sentimos por ese momento uno.

Bienvenido a Islababel.

#lunesdeperita · cada semana una nueva historia rondando a una palabra concreta. A la deriva, sin más intención que jugar y dejarnos mecer por el viento.

¿qué es esto de los #lunesdeperita?.